En ese momento recordé todo lo que ya había superado y los pasos que seguí para salir adelante años atrás. Retome los ejercicios para mantenerme en el presente sin que mi mente tomara el control.

Poco a poco retome las fuerzas, mi mente empezó a tener calma y dejo de atacarme. Sentí de nuevo las ganas de levantarme a seguir mi rutina diaria y poder enfrentar los problemas que tenía frente a mi sin ganas de esconderme.

En ese instante, reflexioné sobre todas las personas que han enfrentado situaciones similares a la mía, sin tener a donde acudir, buscando una vía rápida para superar los desafíos que atravesaban. Recordé todas esas frases alentadoras que, aunque bien intencionadas, resultaban ineficaces: frases como "échale ganas", "todo pasa por algo", "vibra alto y todo llega", y otras que no ofrecían los resultados esperados. Mi mente se enfocó en aquellos individuos que experimentan soledad, incomprensión, miedo y desánimo. Aquellas personas sin saber qué camino tomar, sintiéndose paralizadas, donde nada parecía brindar alivio.